Sabemos que el conocimiento que tenemos del mundo depende de nuestro cerebro. Así, entendemos que el acto de comer aunque se inicie en la boca, en realidad se paladea con el cerebro. El cerebro es el que recibe la información, la procesa, la almacena y la utiliza.
Qué cosas ocurren en el cerebro mientras nos deleitamos, por ejemplo, al beber un rico zumo de naranja
El cerebro busca recompensas, tanto en los actos que ejecutamos como en la selección de los alimentos que vamos a tomar. Si nos gustan las naranjas se van a activar las señales neuronales de un grupo de áreas cerebrales situadas en la base del cerebro. Esos grupos de neuronas conforman el circuito de recompensas, generando la sensación placentera.
Funcionamiento del cerebro.
Es decir que cuando comemos, nuestro cerebro construye la percepción del sabor a través todos los sentidos: la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato. Recopila todas estas informaciones, añade recuerdos, situaciones vividas y acaba influyendo, inconscientemente, en las decisiones que tomamos cada día.
Mientras estamos comiendo vamos liberando endorfinas, dopaminas y serotoninas, las cuales inciden en nuestro estado de ánimo y nos llevan, o no, a repetir ciertos comportamientos. Por ejemplo, cuando ingerimos sal, azúcar o grasas, se activan las zonas de placer y recompensa de nuestros cerebros. Todo ello nos anima a ingerir más cantidad de ese alimento que nos deleita.
Cómo aprendemos a seleccionar los alimentos.
Aprendemos por asociación. Primero, sentimos que una experiencia nos gusta; la asociamos a datos sensoriales; estas asociaciones nos permiten predecir cómo actuar para repetir la experiencia que nos ha gustado. De manera que relacionamos un valor placentero con la experiencia y así en el futuro la podemos repetir porque nos ha sido gratificante.
Todos podemos aprender y educar los sentidos.
Desde la niñez se produce una evolución de los sabores y entran en juego, como ya hemos dicho todos los sentidos y las experiencias que concurren las comidas. Hay muchas variables: la presentación del plato, del momento de introducción, de la compañía (familiares, amigos, compañeros…). Otros factores a tener en cuenta son los modelos que demos los adultos a los niños.
En resumen, la comida no es sólo una herramienta de supervivencia, sino también un camino para buscar el placer. Por lo que está en nuestras manos el aprender nuevas experiencias gratificantes para saborear la comida, para saborear la vida.